viernes, 28 de enero de 2011

Revista La intemperie, número 3, 2003 Testimonios Escribir teatro en Córdoba

El sello “creación colectiva” se convirtió en una marca de identidad del teatro que se hace en Córdoba, retomando la mítica época de los primeros experimentos de finales de los años 60 y principios de los 70, que se revelaban contra la tiranía del autor, del director y del texto. Sin embargo, el dramaturgo con nombre y apellido, el escritor de teatro, sigue haciendo su laborioso trabajo y poniendo su nombre, su cuerpo y sus palabras al teatro que hoy da vida a las numerosas salas cordobesas. Le pedimos a Soledad González, dramaturga, que hiciera un comentario personal sobre el tema.


Los que empezamos a escribir para teatro en los finiseculares ’90, en Córdoba, somos los “nuevos dramaturgos”. Así nos llaman, para diferenciarnos de los que ya lo hacían antes: Efraín Bischoff, Miguel Iriarte, Néstor Merigo, entre otros.
En 1998, con el primer seminario que dictó el dramaturgo catalán Joseph Pere Peyró, algo empezó a moverse. Empezamos a reconocernos y a escuchar lo que escribíamos.
El nuestro es un movimiento casi invisible, como le ocurre a la mayoría de los que producen literatura en Córdoba. Sin embargo ya existe un grupo de dramaturgos con propuestas propias y más o menos constantes, entre los que se puede nombrar a Alejandro Orlando, Eduardo Rivetto, Gonzalo Marull, Liliana Paolinelli, María Teresa Andruetto, Natalia Alvarez, Rodrigo Fonseca, Santiago Loza, Sergio Osses, Sol Pereyra, Giovanni Quiroga, Hernán Sevilla, entre otros.
No era difícil escuchar en los ‘90 a críticos, maestros y directores diciendo que “en Córdoba no hay dramaturgia, ni dramaturgos”. Algunos lo siguen diciendo por ignorancia, o por instinto negador. Generaciones que se empecinan en negar a los que le siguen en línea directa: el conservadurismo también es patrimonio de los artistas y la memoria como ejercicio de reconocer “lo otro” no distingue entre pasado, presente y futuro. Lo malo es que esto se expande, de adentro hacia afuera, y sucede que algunos críticos e investigadores de la Capital Federal y de otras provincias también lo creen; como si la creación colectiva fuera el modelo de escritura para teatro exclusivo de Córdoba. Hay también quienes proclaman en los pasillos de congresos de teatro que en el interior no se escribe, y es muy común que al hablar de Nueva Dramaturgia Nacional se nombre sólo a la de Buenos Aires y acaso a la santafecina.
Volviendo a la génesis, en mi caso, empecé a escribir en un momento profesional difícil. Era el año ‘98 -venía actuando desde el año ‘86-, ya había dirigido dos obras con grupos vocacionales y estaba cursando el segundo año de una escuela de teatro naturalista en dónde, además de practicar el método Stanislavski, me salía un poco de pista: el maestro ponía en “cuadros de honor” a sus alumnos, entre otras estrategias que le agregaban una alta dosis de histeria a la adrenalina y hormonas que ya circulaban. Así que empecé a buscar otra cosa, sin dejar la formación naturalista, y llegué a un taller de “teatro de objetos” que dictaba el grupo El periférico de objetos, en Buenos Aires. Tenía ventiocho años y junto a eso estaba empezando a escribir mi tesis de licenciatura en lingüística, sobre la obra teatral El Malentendido, de Albert Camus.
Creo que si no hubiera padecido un poco con el teatro naturalista, no hubiera incursionado en el teatro de objetos y entonces no hubiera llegado a escribir. Al menos no por este camino. Y si no hubiera estudiado la licenciarme en Lengua y Literatura Francesa, no habría leído a Camus y a Beckett en su lengua original.
Pienso que esas lecturas y experiencias se potenciaron al friccionar: la tesis sobre Camus, la escuela naturalista donde componía el personaje de Nina, de La Gaviota de Chejov, mientras en mi casa leía la novela Malone muere de Beckett.
En el ‘99 escribí La balsa de la medusa; fue una escritura escénica a partir del trabajo actoral del grupo El ojo de la majada sobre la novela de Beckett que, según el propio autor, fue el punto de partida de la obra Esperando a Godot. Hoy tengo escritas siete obras más, además de algunos monólogos, ejercicios, poemas dramáticos y escenas inconclusas... sigo escribiendo y espero la posibilidad de llevar esos textos a la escena.

Soledad González. Actriz, dramaturga, directora. Ajederez a tientas, El señor Bajo se quita de encima a su mujer, Humus, entre otras


Algunas de las obras de escritores cordobeses que se pueden leer en www.elciclope.org

• Adefesio de Santiago Loza
• Cuesta Creer de Eduardo Rivetto
• Enero de María Teresa Andruetto (seleccionada en el 2do Encuentro Nacional deTeatro Semimontado del teatro Cervantes de Buenos Aires, 2001).
• Gilde de S. González (editada en la Antología “Teatro, Mujer y Latinoamérica” por Tablado Iberoamericano, México, 2001).
• Inverosimil de Ariel Dávila
• La casa del viento de Alejandro Orlando (primer premio de dramaturgia cordobesa, organizado por la Sociedad General de Autores, 2000).
• Remoto Control de Eduardo Rivetto (ganadora del IV Concurso Nacional de Dramaturgia del Instituto Nacional del Teatro, 2001).
• Silencio, una historia con tres hombres solos de S. González
• Tres de corazón de Sergio Osses (Mención Honorífica del Concurso de Obras Inéditas de Teatro - Año 1999, Fondo Nacional de las Artes).
• Yo maté a Mozart de Gonzalo Marull

Soledad González

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